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18 de marzo de 2016

Los cuatrocientos golpes (Los 400 golpes), Les quatre cents coups (Les 400 coups) (François Truffaut, 1959)

François Truffaut, actor, crítico, escritor y director francés de infancia desgarrada y fantasiosa (admirado por uno de mis ídolos, el gran Woody Allen) es el encargado de ponerse tras las cámaras y mostrar de forma innovadora y personal (iniciando un nuevo movimiento cinematográfico mezcla de una especia de clasicismo renovado y una reflexión sobre un presente incierto) esta historia visual entrañable y tierna a la par que dura y desgarradora.
Conservando el estilo y técnica de un renovado Charles Chaplin al espectador se le ofrece una especie de mezcla entre Luces de la ciudad (1931) y Tiempos modernos (1936) recogiendo de estas el estilo de narrativa visual y ofreciendo un drama ficticio-biográfico en el que no falta la mala leche de la propia vida enfocada en modo castigo.
Un film dedicado y de dulce amargura que muestra de manera muy cercana a una época aferrándose a la realidad del momento la vida de un niño, Antoine Doinel, de 12 años, hijo de una pareja incapaz de cumplir con el rol o la función encomendado por la sociedad, con problemas conyugales de estabilidad y fidelidad.
Esta es la vida de un muchacho distinto a los demás, inquieto y soñador que se encuentra en la difícil etapa de la adolescencia y necesita cariño y apoyo. Le gusta la libertad, la independencia, el cine, las marionetas y la lectura. No le gusta ni el colegio ni la gimnasia. Su profesor le tiene atragantado y por circunstancias de la vida comenzará una huida hacia el mar tan solo por hacer realidad un sueño en su vida triste y atropellada.
Una película de notable valor documental, hecha de forma muy personal de manera que de ella se pueden referenciar hasta cuatro puntos argumentales distintos, seria, humilde, discreta, sincera, entrañable y sin más pretensión que mostrar una historia, en una época, con un único protagonista el cual se ve influenciado a vivir de una manera distinta a lo habitual por culpa de un inexistente amor familiar, un rechazo e incomprensión por parte de una sociedad en la que las palabras y acciones de un niño de 12 años no tienen más valor o interpretación que la que los tutores quieran darle.
Todo un ejercicio narrativo-visual en Blanco y Negro de imprescindible visionado para cinéfilos, muy bien filmada, ideada y expuesta aportando al espectador apasionado de la cultura una rica y densa información donde se asocian gestos, detalles en apariencia poco trascendentes junto con reacciones contenidas que reclaman por completo la atención del público en todo momento.
Una genial fotografía de Henri Decae acompaña a lo largo de la historia, junto con un acertado trabajo de cámara, con planos picados, reflejos en cristales, giros, imágenes congeladas, "travellings" y filmaciones máquina en mano. A esto hay que sumarle la música, del cantautor Jean Constantin que se presenta en fragmentos breves a la par que intensos.
Sin olvidar la presentación antes de ver el film mediante un tremendo cartel que refleja la esencia purista del trabajo de François Truffaut, el autor no podía ser otro que JANO ( Francisco Fernández Zarza).

1959: Oscar: Nominada a Mejor guión original
1959: Festival de Cannes: Mejor director
1959: New York Film Festival: Mejor film extranjero
1959: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera
1960: Premios BAFTA: 2 nominaciones incluyendo a Mejor película

¿Una película de Culto?, pues SI, de necesario e indispensable visionado la cual os recomiendo a todos vosotros amantes del Cine.

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